Pésima imagen para los turistas. Sólo hay una zona verde del municipio que recibe más visitas de foráneos que de autóctonos: el Parque Torres. El simbólico jardín, auténtico pulmón verde del casco histórico, presenta un cúmulo de desperfectos que sonrojan a los cartageneros cuando ejércitos de cruceristas y viajeros lo visitan. El Partido Cantonal de Cartagena pide al Ayuntamiento obras de urgencia que laven la cara a uno de los principales atractivos turísticos, tanto por su vegetación como, sobre todo, por sus vistas sobre la ciudad y la bahía.
Hay partes destrozadas por todos lados pero destacan más las del mirador y el paseo que une éste con el estanque de los patos. Numerosas placas están rotas. Algunas faltan por completo. Y las luces que iluminan estos lugares de noche y en las grandes ocasiones muestran ausencias de bombillas y cristales hechos añicos. El estado de las escaleras denota peligro de caída para los viandantes. Da igual el lugar del recinto. Hay escalones rotos por doquier. La fuente ubicada en la entrada, con un relieve en bronce del insigne alcalde que da nombre al parque, también tiene baldosas resquebrajadas. Y la zona del estanque da pena por lo excrementos de los patos que nadie limpia o, al menos, con la asiduidad que debería por razones incluso de salubridad. Culmina la escena un gran socavón, debidamente señalizado eso sí, junto a la escultura del Rey Alfonso X "el sabio". Y, para colmo, este emblemático lugar carece de presencia de agentes de la Policía Local que disuadan a los vándalos respecto al cuidado del mismo. Antes había al menos uno en la puerta principal.
El Parque Torres destaca como el primer gran proyecto paisajístico de Víctor Beltrí. El afamado arquitecto culminó la urbanización del espectacular jardín en 1930 en la ladera del cerro de la Concepción. Ideó caminos serpenteantes que bordean la colina y que conducen a los visitantes a la parte alta donde destaca la Torre del Homenaje del castillo. A distintas alturas, trazó terrazas que convertían la zona verde en excepcionales miradores sobre el mar y el resto de la ciudad. El conjunto presentaba diversos elementos como balaustradas, pérgolas, columnas, jarrones o estatuas con el acento clasicista de los años veinte. Muy características destacaban las plantas arbustivas de porte bajo tratadas como setos y topiarias con formas geométricas, círculos y rombos, que otorgaban al enclave el aire modernista propio de la época. El parque tuvo periodos de abandono y la última gran restauración tuvo lugar, coincidente con el aspecto actual, durante 1993 y 1994 a través de una escuela taller creada para tal efecto.