Santiago de Chile, octubre de 1988. La capital sudamericana se dispone a vivir un momento histórico, es la hora de decidir sobre el dictador que durante 15 años ha llevado las riendas del país más largo y estrecho del mundo, Chile, con una mezcla siniestra de liberalismo económico y represión sanguinaria, dejando en el camino a más de 40.000 víctimas, entre casos de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos.
Así comienza el relato fotográfico del cartagenero Pedro Martínez, que vivió de primera mano el fin de la época de Pinochet y que ahora se exponen en La Mar de Músicas con motivo del Especial Chile del festival. La muestra Chile, memorial del silencio se ha inaugurado hoy miércoles, un acto que ha contado con la presencia del concejal de Cultura, Educación e Igualdad, David Martínez Noguera, y se podrá ver en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy hasta el 30 de agosto.
Chile, Memorial de Silencio es la memoria resumida de un viaje que comienza en las calles de Santiago. La capital chilena se despierta esos días alfombrada de propaganda de unos y otros, de los que están a favor de la continuidad de Pinochet y de los que quieren la democracia para su país, en el plebiscito nacional de 1888. La muestra exhibe el bullicio de un Santiago que hierve dividido entre los partidarios del Sí y los del No a Pinochet. Son las imágenes de un Chile en blanco y negro, un documento histórico sobre los que parecían últimos coletazos de la dictadura.
Las fotos muestran como los coches de la policía chilena bloquean las calles en las que se organizan manifestaciones de ambos signos. Los pacos, al servicio del gobierno militar, se cebarán especialmente con los grupos de oposición al régimen agrupados en una plataforma de concertación. El fotoperiodista Pedro Martínez asiste en Santiago al espectáculo histórico del pueblo reivindicando su destino y ahí están los chilenos del Sí, con pancartas en las que se habla de democracia, y los del No, con sus razones de muertos y desaparecidos pidiendo justicia y reparación.
El fotógrafo irá donde le dicta su instinto profesional y donde le sugieren muchos de estos chilenos deseosos de justicia, silenciados por el régimen: al entierro de un joven estudiante muerto por la policía, a las reuniones de madres con hijos, nietos o amigos que ya nunca volverán, a los actos de los partidarios del No que depositan sus esperanzas de libertad en la prensa internacional.
Y estará también en los teatrillos callejeros organizados para promocionar al macabro dictador. Pasen y vean a Augusto Pinochet Duarte con su capa de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a veces aparentando empatía frente a un pueblo que le adora y le desprecia con la misma intensidad, otras huyendo apresurado a sus cuarteles de La Moneda, blindado por una legión de guardaespaldas.
Santiago de Chile, octubre 1998. Diez años después el fotógrafo volverá a la capital. Pasó la efervescencia del plebiscito, el funesto militar, senador vitalicio y todavía al mando del ejército de su país, está en Londres donde hace un mes que le retiene una orden de detención internacional. No cabe broma vital más amarga que este personaje envejeciendo en sus aposentos mientras en la calle siguen clamando por la memoria del genocidio.
Pedro Martínez ha vuelto a Chile y el blanco y negro de las fotografías de hace una década se torna ocre, el de los huesos y las calaveras de miles de detenidos desaparecidos en las salas de autopsias del Servicio Médico Legal donde se intenta identificarlos. Son las imágenes del donde están, el lema que llevarían hasta brincar el siglo XX las familias de las víctimas con heridas que nunca se cerraron. Son también las fotos de las banderas españolas quemadas frente a la embajada de nuestro país, como respuesta al empeño del juez Baltasar Garzón de hacer realidad la justicia universal.
Pedro Martínez Rodríguez, Cartagena 1964
Fotógrafo profesional de prensa en activo desde 1985. Ha trabajado en medios regionales, La Verdad, Diario 16 Murcia, y La Opinión (1991-2013) y colaborado con agencias y medios de comunicación nacionales, entre ellos El País, La Vanguardia, Interviú, Ãrea 11 y Tiempo.
Es miembro de la Asociación de Informadores Gráficos de la Región de Murcia. En la actualidad trabaja como fotógrafo freelance y colabora con las revistas digitales Gurb y La Crónica.