El fotógrafo Alfredo Cáliz (Madrid, 1968), ganador del primer premio de la categoría oficial del II Festival de Fotografía Colectiva Notodofotofest.com ene l año 2007 inaugura su muestra programada dentro de La Mar de Arte. La exhibición, bajo el título « Una estrecha brecha » recoge una serie de fotografías realizadas durante una estancia de Cáliz en Marruecos. Como el mismo artista afirma : « uno viaja para encontrarse con el otro, deja atrás un lugar y se entrega a una especie de indefinición que se parece a la de la vida, que no es otra cosa que el gran viaje. Uno viaja para hablar, y “hablar es salir a buscar la parte que nos falta”1. En Marruecos, esa parte que nos falta viene hacia nosotros en forma de ríos –gueds–, castillos –calas–, ojalás –inshallah– y almohadas, haciéndola coincidir con la nuestra: encajándolas ». La exposición puede verse en la Gaería Bisel de Cartagena del 10 al 31 de julio.
Alfredo Cáliz no presenta un Marruecos congelado en el tiempo, revestido de los estereotipos, sino que sus fotografías son reflejo de su experiencia personal, una experiencia crítica que le permite modificar la manera de aproximar los temas y le obliga a reflexionar sobre las soluciones formales necesarias para representarlos. No es la primera exposición que el fotógrafo dedica a Marruecos, sino que ha realizado previamente dos más: Inshallah. Marruecos 1996-2006 en el Centro Cultural Casa Elizalde y en el Instituto Cervantes de Tánger y Retorno a Hansala en el MUSAC - Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León. El autor explica por qué eligió titular « Una estrecha brecha » a esta exposición :
« Uno viaja a Marruecos, no para descubrir nada, sino para reconocerse, reencontrarse con gentes, paisajes, lugares, con los restos de una historia común: itinerarios paralelos que fácilmente uno entiende como suyos; para reflexionar o sumergirse en la memoria, que es la misma cosa; los rastros de una historia común, un itinerario paralelo. Observa como de inmediato aparecen los nosotros y vosotros, los aquís y allís como dos territorios perfectamente delimitados, separados. Y uno viaja a Marruecos para tratar de desenredar ese nudo, y lo fotografía para después poder contárselo a los demás de la forma que mejor le sale: la llegada. El barco atraca lentamente y a uno le gustaría que esa maniobra durara toda la vida; quedarse pegado a la costa de Tánger eternamente, sin tener que elegir entre ninguno de los dos continentes. No soy capaz de imaginar una brecha tan estrecha y tan amplia en ninguna otra parte del mundo. Poner los pies en la tierra y sentir, como ésta, se mueve. Caminar a paso ligero para confundirse entre el gentío, a ver si cuela. Escuchar las voces, los timbre agudos de las mujeres, y los sorbos del té. Romper con el miedo inicial, acercarse para fotografiar, preguntar y hablar. La cámara como coartada para relacionarse, una foto y un té. Buscar poco a poco la manera de contar tu propio Marruecos ».