El reloj del Palacio Consistorial de Cartagena fue puesto en la torre de este edificio ecléctico el 29 de octubre de 1907, seis meses después de que el Rey Alfonso XIII inaugurase el inmueble diseñado por el arquitecto Tomás Rico Valarino. Algo que hizo que momentáneamente el hueco de la esfera estuviera ocupado por unas banderas y un emblema de la ciudad, la imagen de un castillo fortificado batido por las olas del mar. Como curiosidad, cabe resaltar que en el proyecto inicial estaba previsto instalar el reloj en la fachada principal.
La maquinaria de fabricación francesa mantiene su funcionamiento original, desde que fuera instalada hace 113 años. La torre se erige frente a la bocana del puerto junto a la plaza de Héroes de Cavite y Santiago de Cuba, en el edificio señorial del Ayuntamiento. El inmueble está protegido como BIC y tiene entre sus singularidades el hecho de ser de planta triangular. Así, el reloj de torre está coronado por una cúpula de zinc de doble curvatura vertical, la cual contiene una campana de bronce fundida en 1605. Su majestuosidad ha convertido esta parte del Palacio Consistorial en un icono del paisaje portuario y de la propia ciudad de Cartagena.
Para que marque el paso del tiempo, el relojero Pedro Lorca le da cuerda cada dos días. Una maniobra de remonte de pesas que realiza a mano con una manivela durante quince minutos, tiempo suficiente para que las manijas se muevan durante 52 horas. Este experto se inició en su profesión con solo 16 años. Lleva una década encargándose del mecanismo del Palacio Consistorial, y confiesa que solo se le ha parado una vez. “Fue en agosto, y como todo el mundo estaba de vacaciones, yo creo que nadie se dio cuenta”, relata.
UN RELOJERO DEL BARRIO DE LA CONCEPCIÓN
Este maestro relojero nacido en el Barrio de la Concepción en 1968 también mantiene la maquinaria perfectamente engrasada cada 15 días, para evitar su desgaste. Regenta un negocio de reparación de relojes en la calle Pintor Balaca, llamado el Taller del Tiempo. Un lugar que suele frecuentar su hija Victoria, a la que con solo 8 años intenta transmitirle su pasión por esta profesión. Es de los pocos profesionales del gremio que quedan en activo en la ciudad, algo que va en sintonía con los procesos de automatización que se están imponiendo para estos relojes.
En la actualidad, Cartagena solo cuenta con otros dos relojes de este tipo: el de la torre del Arsenal Militar, que suma más de 150 años de historia, y el de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que el relojero define como un "hermano pequeño" del reloj del Palacio Consistorial por ser de menor tamaño y compartir el mismo fabricante, los hermanos Prost Fréres. Así, Lorca rememora con nostalgia que ya se han perdido otros como el de la Casa Tárraga, mientras que otros que se pueden ver aún funcionando marcan el paso de los segundos, los minutos y las horas de forma automática. Por eso, pone aún más en valor la apuesta del Ayuntamiento por preservar el funcionamiento original y manual del reloj.
La concejal de Infraestructuras, María Casajús, ha tenido unas palabras de reconocimiento al relojero Pedro Lorca, que "nunca ha faltado a la cita con el reloj del Palacio Consistorial", al que lleva dando cuerda desde hace una década. "Lo cuida como a un hijo", cuenta Casajús, que destaca además la labor de mantenimiento que le realiza, lo que supone un ahorro importante en reparaciones al Ayuntamiento, pues "en todo este tiempo solo se ha tenido que cambiar una pieza del reloj centenario".
PUEDE ADELANTARSE HASTA 1 MINUTO
Lorca es meticuloso con el tiempo. Es capaz de detectar variaciones de incluso un segundo en el reloj del Palacio Consistorial. Para ello se apoya en su teléfono móvil, donde un gran reloj con segundero ocupa toda la pantalla del terminal. Mientras la campana de la torre del Palacio Consistorial marca la hora en punto, este profesional explica que es normal que el reloj se adelante o atrase cuando se producen cambios bruscos de temperatura. Algo que, sostiene, es muy habitual en determinadas épocas del año, como la primavera. “Cuando pasamos de temperaturas bajas a un calor extremo puede adelantarse incluso 1 minuto”, detalla. Para solucionar esto, el propio reloj dispone de un mecanismo para corregir estos desfases de forma manual.
El corazón de este reloj se encuentra bajo una cúpula de madera recubierta por planchas de zinc. Se accede a través de una azotea por la que se sube midiendo cada paso por los escuetos peldaños de una empinada escalera, que, conforme avanza, se va estrechando. Una vez dentro, se asemeja a un molino de viento. Si bien, al contrario que en estos iconos del Campo de Cartagena, la estructura que recubre la cúpula hace que el calor primaveral pueda llegar incluso a resultar sofocante en su interior. Para llegar a coronar la cúpula, donde se encuentra la campana del Palacio Consistorial, hay que acceder por una segunda escalera, de caracol y metálica.
El reloj consistorial funciona gracias a un sistema formado por tres contrapesos. El más pequeño de todos, de 70 kilos, es el que marca el ritmo para que el reloj ande. El segundo de ellos, de 250 kilos, es esclavo del primero, y fija los cuartos. Mientras que el tercero, de 200 kilos, hace que el reloj marque las horas en punto.
LA CAMPANA CIVIL MÁS GRANDE
Todo esto se engrana a la perfección en esta maquinaria francesa para que el golpe del martillo haga sonar a su debido tiempo la que es la campana civil más grande de la Región de Murcia, con un diámetro de 117 centímetros y 927 kilos de peso. Datada en 1605, como consta en su inscripción en latín, fue hecha siendo pontífice Clemente VIII y Rey de las Españas Felipe III. Además, en ella se puede traducir una frase muy recurrente en la época que se utilizaba como protección: "Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, defiéndenos de todo mal".
Todo ello convierte a este reloj en un elemento histórico que la Concejalía de Infraestructuras mantiene dedicando un presupuesto anual de 12.000 euros. Con ello, el Ayuntamiento de Cartagena preserva que el paso de los segundos no se detenga en una ciudad que pone en valor su patrimonio. Permitiendo así que, tanto visitantes como cartageneros, viajen por el tiempo desde la fundación púnica hace más de 2.000 años hasta la vida actual, cuyo cada día viene marcado por el 'tic tac' de las agujas de un reloj que atesora ya más de 110 años de historia.