Ni las obras terminadas ponen en marcha. La Comunidad Autónoma acabó la restauración del edificio de la Casa del Niño, en su lado este correspondiente a la calle Tolosa Latour, hace ya un año y medio. El pasado mes de octubre, la entonces consejera de Educación y Cultura, María Isabel Campuzano, trásfuga de VOX y ahora sólo con la primera cartera, anunció que esas dependencias ocuparían oficinas de Patrimonio Cultural y aulas de la sección de infantil del Colegio Público San Isidoro y Santa Florentina, carente de espacio en el resto de habitáculos del inmueble. A día de hoy, la zona rehabilitada sigue sin ningún tipo de trabajos de adecuación para los nuevos usos propuestos. Nada de nada en una intervención que sólo abarcaría el acondicionamiento de interiores en un canto más a la dejadez más absoluta del Gobierno regional hacia Cartagena.
Atrás quedan además otro buen número de promesas de los políticos autonómicos respecto a la construcción modernista declarada Bien de Interés Cultural (BIC). La entonces consejera de Cultura y actual alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo, anunció a finales de 2016 el traslado del Centro Regional de Restauración a la Casa del Niño. Este organismo tiene su sede en una nave de alquiler del polígono industrial Oeste de Alcantarilla. Pero, una vez que Arroyo dejó este departamento, la Comunidad Autónoma rebajó tanto entusiasmo y limitó la mudanza a sólo la sección de arqueología del taller. Para que, hace poco, la Administración regional descartara el proyecto por un supuesto problema de espacio. Excusa poco convincente ya que las dimensiones de la edificación no han cambiado desde que las diseñara Víctor Beltrí en 1918.
También la Administración regional adquirió el compromiso de reforma de los módulos norte y oeste del inmueble con la adecuación de espacios necesarios para alumnos y profesores del Colegio Público San Isidoro y Santa Florentina. En concreto, el proyecto contaba con tres nuevas clases, una sala polivalente de 55 metros cuadrados, un salón de actos, un comedor de 120 metros cuadrados para ochenta comensales y una cocina, en la planta baja; y una sala de profesores, una biblioteca, un aula de ordenadores, un despacho para el servicio de Orientación y más baños, en la primera planta. Actuación con un montante total de un millón de euros cuyas obras no empiezan nunca.