—¡Mamá, mamá, ya están aquí las aguas rojas! —
Es lo que todavía siguen diciendo los niños en el Llano del Beal cuando llueve torrencialmente y riadas de líquidocontaminado de metales pesados, restos de un pasado de explotación minera, recorren las calles como una invasión de contaminación y veneno.
Cuando uno se pasea por allí, a pocos metros del núcleo urbano, advierte un paisaje tan desolador como insalubre: y es que balsas de residuosmineros, metales pesados como arsénico, plomo, zinc, cadmio y cobre, flanquean el pueblo del que tanto la Administración, como la empresa PortmanGolf, parecen haberse olvidado.
Durante nuestro encuentro con Juan y Antonio, miembros de la "Plataforma de Afectados por los Metales Pesados" vemos a nuestro lado una rambla que baja hasta la gran laguna salada y nos horroriza lo que nos dice uno de ellos: "La rambla está colmatada, y las lluvias torrenciales hacen que los metales pesados acaben en el Mar Menor", confirmando de esa manera tan impactante el estudio de la Politécnica de Cartagena al respecto.
Les preguntamos por el depósito de agua potable que abastece a la ciudadanía, a lo que nos responden que la concesionaria de aguas los ha tranquilizado diciendo que se toman análisis con frecuencia y que los resultados están en la página web.
Sin embargo, sabemos que las rejillas de aireación de cualquier depósito han de permitir que haya ventilación, y podemos imaginar que el polvo con metales pesados puede entrar en dosis bajas, pero de larga exposición.
No en vano, los representantesde la plataforma nos aseguran que el índice de casos de cáncer está por encima de valores medios.
Nos despedimos de ellos en "La Cabaña", ahora local social, otrora símbolo de la resistencia y lucha de un pueblo, sintiéndonos desbordados por un enorme problema que afecta no sólo a varios núcleos de población de la zona, sino también a nuestro maltrecho Mar Menor.