Son más de 65 poblaciones con miles de insectos. Viven en dos laboratorios de la Escuela de Agrónomos de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT). No entienden de confinamiento, ni de fiestas, ni de vacaciones, ni de cierre de instalaciones universitarias.
Para sobrevivir, cada dos o tres días necesitan que tres personas vayan a alimentarles y a cambiarles las judías verdes, el sustrato que utilizan para poner sus huevos. Estos ’bichos’ son «razas únicas» que han ido seleccionando los investigadores del grupo ‘Protección de Cultivos’ a lo largo de 20 años, señala el investigador responsable, Pablo Bielza. Estos insectos, que viven en la Escuela de Agrónomos, permiten experimentar y ensayar especies resistentes a los insecticidas y otras mejorar el control biológico de plagas.
Hay poblaciones de trips, pulgones, moscas blancas, orugas, resistentes a insecticidas que han ido seleccionando cuidadosamente durante años. También hay insectos depredadores, como Orius laevigatus, que se utilizan en el control biológico de plagas tan importantes como los trips, que ataca fundamentalmente al pimiento.
En este caso «son razas mejoradas que han sido seleccionadas para tener un mejor rendimiento en campo como agentes de control biológico», señala el profesor.
El objetivo de todos los trabajos es lograr una agricultura más sostenible. Por ejemplo, «una raza en más tolerante al frío y es más eficaz en invierno, otra raza es capaz de alimentarse de polen y sobrevivir cuando no hay presa, otra raza es resistente a las piretrinas naturales que se utilizan en agricultura ecológica y otra tiene un mayor tamaño corporal lo que le permite depredar presas más grandes».
Éstas son algunas de las razas seleccionadas, pero a lo largo de los años, tras horas y horas de trabajo, los investigadores han logrado otras muchas.
«No se pueden perder. Son irrecuperables. Tenemos razas únicas en el mundo, que hemos empezado a probar este año», sostiene Bielza, catedrático de Producción Vegetal. Para mantenerlos, cada tres días van, con el salvoconducto emitido por la UPCT, a los dos laboratorios tres contratados de investigación y becarios: Carolina Grávalos, Nerea Celdrán y Amador Rodríguez.
Estas tres personas les alimentan con plantas producidas en la finca experimental Tomás Ferro. Además, una frutería de Cartagena se encarga de suministrar cada una de las 52 semanas del año ocho kilos de judías verdes para que los investigadores les cambien el sustrato.
«Muchos de ellos son el primer punto de partida para desarrollar nuevos insecticidas» y, precisamente por éso, «nos contratan multinacionales, como Corteva (Dow y DuPont), BASF o Bayer», añade el profesor.
Estos insectos permiten desarrollar cuatro investigaciones: el proyecto europeo Superpests (773902) sobre cómo combatir a las “superplagas”, como trips, pulgones y moscas blancas, que son resistentes a insecticidas; el proyecto nacional de mejora del agente de control biológico Orius laevigatus para la resistencia a insecticidas (AGL2017-89600-R); y dos proyectos regionales de la Fundación Séneca sobre la mejora de este depredador O. laevigatus para un mayor tamaño corporal (20791/PI/18), y otro de demostración en campo (prueba de concepto) de una nueva raza mejorada de este depredador (21082/PDC/19) en colaboración con la empresa Agrobío, una multinacional española de control biológico.
Pese al confinamiento, las investigaciones del grupo no están paradas. Algunos experimentos están paradas pero otros, como el que realiza el doctorando José Enrique Mendoza, lo está realizando desde casa. Mendoza centra su trabajo en control biológico y hace registros de cuánto tiempo aguanta el Orius almacenado a bajas temperaturas.Esto es importante para saber a qué países se pueden suministrar.