Nuestra relación más profunda surgió en la Mesa del Instituto de España: Ella era la Presidenta y yo la Representante de la Real de Farmacia. Aunque nos conocíamos desde mucho tiempo antes no habíamos tenido ocasión de fomentar nuestro trato personal. Fueron tiempos duros para Margarita porque en esta época perdió a Eladio, su marido y en las idas y venidas a San Bernardo 49, ella me confiaba sus más íntimos sentimientos ante la pérdida del compañero de su vida.
Nuestras respectivas vidas fueron un poco paralelas: las dos escogimos la Bioquímica como base de nuestras profesiones, ella en el grupo de Alberto Sols y yo en el de Ángel Santos Ruiz y Federico Mayor. Las dos estuvimos en los EE.UU. a mediados de los sesenta, ella en Nueva York con Severo Ochoa y yo en Kansas City con Santiago Grisolía. Las dos pertenecimos al CSIC. Y tomando como base la faceta de 'pioneras', las dos ingresamos como primeras mujeres en una de las Reales Academia del Instituto de España: yo en la Real de Farmacia y ella en la Real de Ciencias.
Mi relación con su familia fue muy intensa. Su madre, doña Margarita Falgueras, andaluza y espléndida mujer, congenió conmigo desde el primer momento, tanto, como para decirme que le agradaba mucho que yo fuera amiga de sus hijas. También conocí a su hermano Pepe, también bioquímico, que nos dejó prematuramente. Recuerdo una vez, de las muchas, que me invitaron a comer en su casa de Valdemorillo, donde yo era la única invitada y compartí la mesa con toda la familia. Entre nosotros reinaba la alegría, y hasta Pepe, que era hombre de pocas palabras, estuvo simpático y animado.
Otro paralelismo entre Margarita y yo fue que tanto ella como yo tuvimos la gran suerte de disfrutar de nuestras madres hasta edades muy avanzadas. La mía vivió 98 años y la suya 101, casi 102. A menudo comentábamos complacidas que poder disfrutar de nuestras madres tanto tiempo era un "lujo".
¡Cuántos buenos ratos hemos pasado juntas! Nos reuníamos por cualquier motivo un grupito de cinco o seis mujeres: su hermana Marisa, Lucía, su hija, la más que amiga Pilar Urruticoechea, ella y a veces mi hermana Pilar. Los fines de semana íbamos al teatro, a conciertos, al ballet de María Pagés, a veces al cine, etc. Alguna que otra tarde nuestra diversión consistía en merendar "tortitas con nata".
También algunos domingos asistíamos con ella a alguna toma de posesión en la Academia Española. Motivo de alegría era cuando celebrábamos sus premios y condecoraciones, que eran numerosos. Por ejemplo, cuando le concedieron la medalla Echegaray invitó también a mi hermana Pilar y asistimos en la Academia de Ciencias a la sesión presidida por Los Reyes Eméritos
En Cartagena, mi ciudad natal, organicé un curso, con la incondicional ayuda de Juan Ángel Álvarez Gómez, cartagenero ilustre y amigo mío, tomando como tema precisamente los Premios Nobel de aquel año. En ese curso tuve la inmensa suerte de contar con las intervenciones de Margarita Salas y Federico Mayor, entre otros. El Alcalde José López Martínez, como máximo representante del Ayuntamiento de Cartagena, hizo la presentación del curso y nos dio todo tipo de facilidades. Se sintió muy orgulloso de recibir a los ponentes y convocó a la prensa cartagenera y murciana. Dicho curso tuvo una gran repercusión en la red.
La proximidad de nuestras casas hacía fácil mi relación con Margarita, Lucía y Marisa. Lucía estrenó casa y como su afición era la cocina, otro aspecto que demuestra el afecto de ellas hacia mí, era invitarme a comer casi todas las semanas. Lucía me llamaba: "María hoy tenemos cocidito", y yo aceptaba encantada, a pesar de que con ello no guardaba la línea. A la semana siguiente eran lentejitas y así …
Algo que no puedo dejar de comentar es cuantas veces fuimos invitadas al Palacio Real a los conciertos de los Stradivarius. Y aquí entra en escena un amigo de Margarita y extraordinaria persona: José Peris Lacasa. Amigo de Severo Ochoa. Es digno de destacar que José Peris, musico y compositor, discípulo de Carl Orff, fue invitado por el papa Benedicto XVI el día de San José, en 2010, para tocar ante él su obra "Las siete últimas palabras de Cristo en la cruzpara cuarteto de cuerda y voz, adaptación de la obra original de Haydn". El Papa también se llamaba José. Margarita, Pilar Urru (como la llamábamos en confianza) y yo fuimos invitadas por el Papa para ir a Roma y asistir a tal acontecimiento. Todavía guardo la invitación del Papa. Pero, como el hombre propone y Dios dispone, con el billete de avión en el bolsillo, no pude ir porque dos días antes amanecí con un herpes zoster que me atacó el ojo. Margarita y Pilar y el propio José me contaron con todo detalle lo ocurrido. Fue una ocasión única en mi vida que me perdí.
Los que la conocíamos, sus amigos, sabíamos que Margarita era una mujer "muy verdad". Sencilla, afectuosa, entrañable, que daba mucho valor a la verdadera amistad y afecto. Extraordinariamente correcta en su trato, era comunicativa cuando estaba en confianza: nos contaba sus preocupaciones, sus alegrías y también sus penas. Era, además, de las personas que tenía una importantísima cualidad: "sabía escuchar". Muy aficionada a la música, a la buena lectura y al arte en general.
Podría continuar comentando porque han sido muchos años de trato intenso y continuado…
Estuve a verla un par de días antes de su muerte, la encontré muy mal, aunque con su cabeza perfecta. Angustiada llamé a Flora de Pablo, amiga del médico que la trataba…
Fue la misma Flora quien me comunicó su muerte. Aunque la había visto tan mal, no me hacía a la idea de tal desenlace. Nunca te lo esperas.
Voy a terminar estas palabras con una famosa canción sevillana que demuestra muy bien mi estado de ánimo, y expresa justo lo que yo siento ahora: "algo se muere en el alma cuando un amigo se va".
Nos quedan tantos recuerdos, recuerdos y añoranzas.
María Cascales Angosto
De la Real de Farmacia
Hija Predilecta de Cartagena