Durante la transición despertó vigoroso en Cartagena y su comarca un sentimiento identitario y provincialista que resultó hábilmente mitigado. No trato aquí de hacer una reseña histórica, así que lo dejaremos en que 10.000 personas, según las crónicas periodísticas de la época, pidieron la provincia en abril de 1978 y el eslogan "Cartagena Provincia" anidó en los corazones de muchos más, pues era una etapa de esperanza y recuperar lo que nos perteneció siempre es un objetivo loable y querido. Así lo reivindicó ante Su Majestad el Rey, el Alcalde, Enrique Escudero.
En aquel tiempo, partidos con vocación nacional, más interesados en una Comunidad Autónoma Uniprovincial centralizada en Murcia, maquinaron para que no saliera adelante en Madrid la restitución de la provincia, y aprobaron un Estatuto de Autonomía cuyo texto normativo arrinconó a Cartagena y a todos los municipios de la Región, convertidos en satélites de un astro con poco brillo en aquel entonces.
Los años posteriores, asentado el Estatuto de Autonomía, sirvieron para afianzar ese "Cartagena Provincia" entre los cartageneros, y así fue como un partido localista como el Partido Cantonal consiguió gobernar el municipio, con un pacto de gobierno inestable con AP, que acabó en traición, y aderezado de constante marginación por parte del PSOE, entonces en el poder regional y nacional. El Alcalde Vallejo también pidió la provincia al Rey, con idéntico resultado, satisfacción en las barras de los bares cartageneros y ninguna consecuencia en la realidad.
Tras ello, 4 años de José Antonio Alonso que coincidieron con la gran crisis de los 90, y 20 años de Pilar Barreiro que pasaron de la crisis a la bonanza como nunca antes se había conocido y, finalmente, a una situación financiera insostenible. En ambos casos la provincia fue un murmullo, condenada a un papel residual y romántico por el desinterés de las instituciones y la irrelevancia de quienes la defendieron en aquel tiempo en la esfera política.
En esa etapa se produjeron dos hitos importantes, el nacimiento de la plataforma por la biprovincialidad '2es+' y, en 2007, la recogida y presentación a la Asamblea y al ejecutivo regional por parte de MC de 50.000 firmas de apoyo a la provincia de Cartagena.
Como he dicho, los políticos "provincialistas" de esa etapa ni entendían ni defendían las razones para esa provincia, así que los políticos regionales de los partidos nacionales solo tuvieron que guardar las firmas en un cajón, junto con la reforma del Estatuto de Autonomía y dejar pasar el tiempo en espera de un momento más propicio para que nada cambiara en esta Comunidad Autónoma.
Sucede que la labor didáctica de la plataforma ha continuado rellenando de razones técnicas la reivindicación. Y a esa evidencia social, económica, administrativa, y con todas las bendiciones legales y de justicia, se ha sumado el triunfo electoral de MC, que le permitió ostentar la Alcaldía a pesar de no ser la fuerza más votada. A día de hoy, y contra pronóstico, este movimiento social es canalizado en la esfera política por MC desde el Gobierno municipal con sentido regional, de ahí la evolución a MC Campo de Cartagena y la participación en las elecciones y el debate regional.
MC ha asumido la responsabilidad de servir la principal demanda ciudadana, la de que las instituciones sirvan a éstos y al interés general, para obtener un sistema más justo de reparto y conseguir, como objetivo esencial e irrenunciable, ser el motor del futuro para la comarca.
Esa comarca que se ha visto maltratada en los servicios públicos más básicos, sanidad, educación, justicia, y que en estos casi 40 años de los que hablamos ha sido incluso artificialmente dividida por esa distinción entre Cartagena y Mar Menor.
Desde el Ayuntamiento de Cartagena MC ha tendido puentes hacia los otros siete municipios con los que compartimos la comarca natural, nuestros comunes campo y mar, se avanza en estudios para la optimización de los servicios a través de la comarcalización de la Comunidad Autónoma, y se hace sin siglas y sin las pretensiones expansionistas y colonizadoras que llevaron a una Región uniprovincial, que arrinconando a 44 municipios se arrincona a si misma.
A nivel municipal se trabaja en que todos nos reconozcamos en Cartagena y nuestra comarca, no se trabaja para estar o poder, se trabaja para hacer y eso se siente en la calle y lo sienten los partidos políticos y aquellas mentes que apagaron una justa reivindicación comienzan a tener una realidad de justicia y equilibrio.
La ilusión puede ser canalizada y desviada, ya lo demostraron hace 40 años, pero la incertidumbre que les genera les hace poner en marcha su maquinaria, toda sin reservas, y esa es otra consecución, puesto que esa maquinaria es también la nuestra.
El Estatuto de Autonomía que nos apartó va a ser revisado, un nuevo texto que debe canalizar las expectativas de progreso y desarrollo de una comarca, que por fin se organiza para el bien de sus ciudadanos, y contemplar en su articulado la biprovincialidad, la creación de una segunda provincia donde Cartagena es punta de lanza, pero no puede ni quiere estar sola, con La Unión, desde Mazarrón a San Pedro del Pinatar, desde Fuente Álamo por Torre Pacheco hacia los Alcázares y San Javier, ocho municipios que pueden representar el futuro de la Comunidad Autónoma, agricultura, turismo, Mar Menor, patrimonio, historia, para una Región biprovincial, con la representación y el presupuesto que nos corresponde. Y el resto de la Región fortalecida por el aumento de la representatividad en el Estado y de los recursos autonómicos.
Las dos caras de la moneda lo demandan, la agricultura carece de agua de calidad, nos la niegan y no tenemos peso para atraerla, el Mar Menor padece tras años de abandono, y tampoco fluyen hacia él las soluciones, en la comarca seguimos trabajando para que así sea, pero hace falta que todos apostemos por ella.
En Cartagena tenemos un proyecto (MC) que cree que en ella, pero no como ciudad o municipio, sino como catalizadora de las oportunidades que merecen los habitantes de la comarca y la Región, y lo pide, lo reclama y no tiene dependencia ni atadura que lo impida, y eso resulta incómodo.
Seamos capaces de aprovechar la oportunidad de arriesgar, la responsabilidad nos obliga a apostar por el futuro, por todo lo que podemos conseguir y se nos ha vedado estos 40 años, y trabajemos ya en que el Estatuto de Autonomía contemple la biprovincialidad de la CARM, esa segunda provincia con centro en nuestro campo y bañada por dos mares, no es romanticismo, no es ambición, es el futuro que se nos ha presentado en este momento. Esa es la verdad.