El Teatro Romano de Cartagena superó el pasado Viernes de Dolores, durante la jornada de puertas abiertas, los 500.000 visitantes desde su apertura, hace poco más de tres años y medio.
El conjunto museístico, que se inauguró el 11 de julio de 2008 tras un largo y complejo proceso de recuperación del monumento que culminó con el proyectos integral, obra del arquitecto Rafael Moneo, se ha convertido en un importante referente cultural y turístico, tanto por su número de visitantes como por los distintos reconocimientos en el ámbito nacional y europeo, destacando el Gran Premio de Europa Nostra 2010 en la categoría de conservación.
Además de su valor arqueológico, el Teatro Romano ha permitido recuperar para la ciudad moderna uno de sus barrios más emblemáticos y dotarla de un gran equipamiento cultural y científico, dado que el Museo también cuenta con un salón de actos, receptor en estos días de diversos eventos culturales, así como salas de investigación y biblioteca destinadas a desarrollar las funciones de Centro de Estudios de Arquitectura Romana.
En esta línea, señalar los convenios de colaboración con la Universidad de Murcia, que tienen por objeto impulsar este Centro como referente de la arqueología clásica europea.
UN VIAJE A LA ANTIGÃœEDAD
El hallazgo y excavación del Teatro Romano de Cartagena ha un acontecimiento muy importante en la historia arqueológica de la ciudad, dejando al descubierto un monumento excepcional de la Hispania Antigua, que hace difícil entender, dadas sus dimensiones, cómo permaneció oculto durante siglos.
La reutilización de parte de la escena como mercado en época tardorromana y la superposición parcial de Santa María la Vieja sobre la parte superior del Teatro, episodios que hoy valoramos como dos de los rasgos característicos de mayor interés en el conjunto arqueológico, ponen de manifiesto lo que ha sido una compleja concatenación de construcciones de muy diversas épocas que han convertido esta zona de la ciudad en un auténtico libro de historia.
La considerable riqueza de piezas halladas durante las sucesivas campañas de excavación en el Teatro, también brindó la oportunidad de dotar a la Ciudad de un nuevo espacio museístico, el Museo del Teatro Romano, que incorpora el Palacio Pascual de Riquelme y también incluye la Iglesia de Santa María la Vieja en el conjunto.
En el recorrido museístico se trata de dar a conocer el proceso histórico que llevó hasta el descubrimiento del Teatro Romano. En el Corredor de la Historia, se explica precisamente la evolución urbana del solar del teatro, ilustrada tanto con una selección de objetos arqueológicos recuperados en la excavación como con documentación gráfica y audiovisual.
El corredor desemboca directamente en una gran sala de siete metros de altura, Sala 1, que sirve de marco para la exposición de los elementos que configuran la arquitectura monumental del teatro de Cartagena. La altura de la sala ha permitido recrear el primer orden de la fachada escénica con los elementos originales. Los capiteles corintios labrados en mármol de Carrara reproducen los modelos desarrollados en la arquitectura oficial de la Urbs, en los años que preceden al cambio de Era. Las basas realizadas en el mismo material que los capiteles son de tipo compuesto o doble ático y las columnas son de travertino rosado, procedente de las canteras del Cerro de la Almagra (Mula) a unos setenta kilómetros de Cartagena.
Junto a los elementos pétreos de la fachada escénica, realizados por artesanos de primer nivel, se exponen sobre peanas los capiteles de la porticus post scaenam, en este caso realizados en arenisca local. La arquitectura del edificio y la calidad de sus materiales lo convierten en un magnífico exponente de la edilicia pública y monumental de época de Augusto, cuya imagen ataviada con toga y cabeza velada preside la sala como benefactor de la ciudad.
A través de una escalera mecánica se llega a la segunda sala, la de mayores dimensiones del museo. Esta sala permite al visitante adentrase en el conocimiento de las funciones del Teatro en la Antigüedad, pues además de su función lúdica el edifico teatral constituyó el marco arquitectónico perfecto para la propaganda política y religiosa del emperador. En el edificio, el mensaje inscrito en piedra y el monumento se funden para cumplir esta misión, como ejemplifican los dinteles conmemorativos que coronaban las puertas de ingreso, expuestos ahora en esta gran sala.
Por ello, se sabe que el teatro fue dedicado a los dos jóvenes príncipes, Cayo y Lucio César, nietos de Augusto y sus virtuales herederos, quienes además debieron participar en la financiación del edificio y probablemente en la elección de su programa ornamental. Un programa decorativo cargado de mensajes ideológicos entre los que destaca la introducción de los cultos a las divinidades tradicionales del Estado Romano, a través de tres altares donde se representan los símbolos de la Triada capitolina, piezas labradas en mármol de Luni de gran excelencia, que presiden la parte central de la sala.
La sala 2 enlaza con el corredor bajo la iglesia Santa María la Vieja, donde se conserva una vivienda romana con mosaico amortizada por la construcción del teatro, así como los muros de aterrazamiento de la iglesia primitiva del siglo XIII y otros restos medievales. Este corredor tiene además una misión fundamental para el arquitecto, la de preparar al visitante para la contemplación que tendrá al final de su recorrido: una visión completa del Teatro, tan magnífica como inesperada.