Promesas que caen en el olvido. La Consejería de Cultura bajo la dirección de la ahora alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo, anunció con gran publicidad a finales de 2016 una inversión de 300.000 euros con la que el Centro Regional de Restauración, sito en una nave de alquiler del polígono industrial Oeste de Alcantarilla, cambiaría su sede a la Casa del Niño de la ciudad portuaria, edificio de titularidad pública. Sólo diez meses después, y ya una vez que Arroyo dejó este departamento, la Comunidad Autónoma rebajó tanto entusiasmo y limitó este traslado a sólo la sección de arqueología de este taller. Desde entonces, y yan ha pasado cuatro años, ningún mandatario de la Administración autonómica ha abierto la boca al respecto.
Atrás quedaron compromisos grandilocuentes de la actual primera edil del Partido Popular que incluso aseguró que los cartageneros celebrarían el centenario de la construcción de la Casa del Niño, en 2018, ya con estas dependencias de recuperación de obras de arte en funcionamiento en el ala sur del emblemático edificio modernista. El taller contaría con mil metros cuadrados en el inmueble de Víctor Beltrí con entrada principal por la verja de doble hoja de la calle Real. Tendría una zona de recepción de piezas y un almacén de trabajo sólo para intervención de piezas arqueológicas. La recuperación de pinturas y esculturas posteriores a la Edad Antigua continuaría en la central del organismo público en Alcantarilla después de la marcha atrás de parte del proyecto.
Pero el plan parece cae en saco roto por completo. Ni siquiera la alcaldesa de la ciudad, Noelia Arroyo, impulsora del mismo, muestra interés ahora por la iniciativa que incluso ayudaría, según sus propias palabras cuando era consejera, al sector turístico ya que contemplaba que los visitantes visualizaran los trabajos de restauración en vivo. Una idea poco, o nada, viable según los expertos por los productos químicos tóxicos que los técnicos usan en sus tareas frente a las obras de arte.
Y, entre despropósitos de diferente calado e índole, la parte del inmueble correspondiente con su fachada principal, en la calle Tolosa Latour, lleva un año cerrada y sin contenido desde la espléndida restauración que llevó a cabo el arquitecto cartagenero José Antonio Rodríguez Martín, más conocido por sus siglas JARM, mientras la sección de infantil del Colegio HH San Isidoro y Santa Florentina continúa con evidentes problemas de espacio en los habitáculos contiguos del edificio.