El poeta Vicente Gallego, considerado como uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia y vinculado al Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás, del que es miembro del jurado, ofrecerá el lunes 19 de noviembre, a las 19:00 horas, en el Palacio Molina, una lectura de su plaquette Breviario de la mar.
Esta obra está publicada por Banda Legendaria de la mano de los editores y poetas, Juan Pablo Zapater y Víctor Segrelles, quienes durante el acto presentarán el último número de su prestigiosa revista de poesía contemporánea '21vientiún versos'. Junto a ellos interviene el poeta Antonio Marín Albalate.
BIOGRAFÍA DE VICENTE GALLEGO
Vicente Gallego (Valencia, 1963) es un poeta considerado uno de los principales poetas representantes de la poesía de la experiencia, de lírica romántica en torno a la belleza de lo cotidiano que dominó la lírica española en los años 80 y 90 del siglo XX. Numerosos críticos han enmarcado también en este grupo la obra de autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Carlos Marzal. Abandonó los estudios de letras para trabajar en oficios como portero y bailarín de discoteca, podador de pinos, repartidor de paquetes o pesador del vertedero de residuos tóxicos urbanos de Dos Aguas.
Sus múltiples trabajos, han sido más que formas de subsistencia, aventuras más intensas que le han brindado la posibilidad de vivir la soledad del campo, para intensificar su vocación poética y escudriñar en la lectura de autores como Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y Blas de Otero, entre otros.
Obtuvo el premio Rey Juan Carlos I 1987 por La luz, de otra manera, el Premio a la Creación Joven de la Fundación
Loewe en 1990 por Los ojos del extraño, el Premio Internacional de poesía Ciudad de Melilla 1995 por La plata de los días y el Premio Fundación Loewe 2001 por Santa deriva. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, francés, portugués, húngaro y búlgaro.
Nacida como testimonio del vitalismo existencial de un sujeto sensible, solitario y macerado por el destino, la poesía de Vicente Gallego ha ido adquiriendo, en un paulatino proceso de crecimiento y de consumación, una entonación celebratoria que no ignora la precariedad de la vida ni oculta las espantables alegorías del mal, pero sostiene en su música un íntimo afán de revelación.