Lo antiguo y lo contemporáneo se citan estos meses en un mismo escenario y es que el Museo del Teatro Romano acogerá a partir del 20 de noviembre la exposición itinerante Fuego Perpetuo. Así la época romana y este arte convivirán en este espacio, siendo Cartagena la ciudad pionera en mostrar esta colección que forma parte del ICA, el Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes.
La muestra, que estará en este Museo hasta el 19 de enero, forma parte del proyecto Itinerarios que organiza el ICA y del que Cartagena ya forma parte, siendo una de las primeras ciudades de la Región en adherirse. Se trata de 14 exposiciones itinerantes que muestran diferentes piezas de esta colección. Las primeras que se han mostrado al público ya han pasado por Puerto Lumbreras, Ojós y Archena, aunque ésta, la de Fuego Perpetuo, se estrenará en Cartagena.
La exposición plantea la revisión de cuatro artistas estratégicos representados en la colección ICA, cuya producción comparte maneras de hacer y poéticas de raíz común. La visión mítica del fuego, el humo, la ceniza, y los enigmas y metáforas que encierra son abordados a través de las herramientas del Arte Contemporáneo. Antón Lamazares, Javier Pividal, Nico Munuera y Pep Llambía plantean discursos en torno al carácter efímero de la existencia, una visión melancólica de la vida y la ardiente pulsión amorosa.
El contexto histórico donde se desarrolla esta muestra y la propia presencia de arquitectura romana en la sala la connota y a la vez le otorga un carácter de excepción. Esta escenografía real establece una relación entre las prácticas y la comprensión del mundo antiguo y las que se dan en la contemporaneidad. De ambos mundos, el antiguo y el contemporáneo hacía referencia esta mañana durante su presentación Marta López, directora del ICA, quien subrayaba que la exposición pone en diálogo estas piezas actuales con la arquitectura romana, lo que ha supuesto un reto para nosotros.
Es una oportunidad para que los cartageneros puedan disfrutar de esta muestra de arte contemporáneo, pero no será la única muestra, y es que vamos a seguir colaborando con más proyectos que invitan a una percepción de la cultura muy diferente, añadía la concejala de Cultura, Rosario Montero.
LOS ARTISTAS
Javier Pividal a través de una serie de Dibujos de brumas convoca a un sujeto anónimo que construye su presencia a través de la levedad. Partiendo de la desaparición, vemos configurarse con nitidez pequeñas incisiones sobre el papel, nubes de humo y brumas indeterminadas que dan lugar a una silueta fantasmal, metáfora de la fragilidad.
Nico Munuera despliega en Redblue and Gold el imaginario que atraviesa toda su obra. Horizontes ambiguos que se debaten entre la abstracción y la figuración generan subjetivos paisajes temporales, en los que el momento del crepúsculo se confunde con un ambiguo amanecer. La presencia de una calidez latente y vibrante esconde un fuego templado que se desvanece. La temporalidad del gesto en la ejecución de la obra sirve también como paradigma de un tiempo a la vez subjetivo y universal, el tiempo que pone al hombre en relación con las cosas.
Pep Llambía aborda en su obra Brume motivos icónicos de la representación de los mitos. Un ala de cisne desplegada se erige como una potente metáfora tanto de la caducidad como del erotismo recogido de la antigua Grecia a través de sus dioses. Como si de un pintor de naturalezas muertas se tratara, su obra recoge con su potencia y perfección técnica, una exuberancia que no aturde la austeridad y la sencillez compositiva.
Jarabo es el título de la obra de Antón Lamazares. Es ésta una pieza monumental e inabarcable en la que toda la superficie parece haber sido quemada con los trucos de la representación pictórica. Una llama central alumbra las tinieblas que plantea este trabajo, icono de la reducción a cenizas y las sugerentes imágenes que conlleva la presencia de una destrucción hipnótica.
Esta exposición permite introducir en un contexto centrado en la puesta en valor de los hallazgos de la cultura antigua obras radicalmente contemporáneas, propiciando un choque de estéticas que enriquecen la comprensión mutua de fenómenos de la cultura alejados por el tiempo pero con nexos comunes. Es la puesta en valor a nuestros creadores contemporáneos con el patrimonio heredado de nuestros antepasados.